Por J.P. López
El antropólogo colombiano Arturo Escobar citando a Eduardo Gudynas, quien pasaba revista de los cambios que ocurren en la América Latina “progresista”, habla de éste como el sueño de un nuevo comienzo. La experiencia venezolana, la más vieja de todas las que comenzaron el alboroto a comienzos del siglo, pareciera estar despertándose nadando en sudor y asustada con una pesadilla casi infantil. Algunos en este rincón de Suramérica nos estamos despertando en esa pesadilla y hoy sentimos que no pertenecemos a ninguna parte.
Aquí comienzan algunas notas reflexivas sobre este momento…
I. Crionización de la Asamblea Nacional

La primera y más contundente: es sin duda la que menos ha trabajado. Sus miembros, de forma libérrima cedieron sus facultades por más de la mitad del tiempo del que se encontraban en funciones (alrededor de cuatro años). Peor aún, hicieron esto cuando no lo necesitaban: más de dos tercios de ellos y ellas formaban parte de un mismo partido con una misma directriz. Además, hipotecaron las facultades de la propia institución a la que pertenecen, al quitarle atribuciones durante un año y medio a la siguiente legislatura. Todo ello para fortalecer el liderazgo centralista del Presidente. Liderazgos como el de Cilia Flores, Carlos Escarrá, Mario Isea se quieren congelar en el tiempo, postergarse cual Walt Disney para vivir en la mente y alma de su pueblo. Le dan posibilidades legislativas al Presidente justo hasta el comienzo de la campaña presidencial de 2012.
Luego, recordando su triste experiencia cargada de traiciones, decidieron codificar como delito el salto de talanquera. Ningún diputado o diputada podrá votar por una agenda legislativa que sea distinta a la plataforma electoral que presentaron ante el CNE cuando se inscribieron a competir por la curul. Niegan así la objeción de conciencia de las y los representantes del soberano y hacen a estos funcionarios y funcionarias objeto de disciplina frente a un partido político exclusivamente. Cabe preguntarse, ¿cuál es la plataforma que prestaron ante el CNE? ¿acaso las y los electores conocemos cuál fue ese código programático? Por ejemplo, si el PPT planteó una posición intermedia entre los dos polos, ¿esto implica que siempre deberá votar nulo en cada ley para mantener su programa “intermedio”, excepto por las leyes que ellos mismos propongan? Si hubiera apoyo a un embajador nominado, o una mención honorífica a un símbolo de “orgullo” nacional como Andrés Galárraga, Simón Díaz, Gustavo Dudamel u otras estrellas de la banalidad nacional ¿estaría penado el consenso porque los polos encontrados en el parlamento son para siempre irreconciliables?
Ahora bien, ¿es la Constitución Nacional una plataforma electoral? En ese caso, el PSUV se abriga el derecho de ser su defensor por encima de aquellos que en tiempos aciagos quisieron pisotearla por la vía de golpes de Estado, sabotajes arteros, etc. Entonces las leyes que han violado la Constitución abiertamente serían dignas de elevar a un tribunal por la posible injuria a la plataforma del propio PSUV. Una de ellas es la Ley de Procesos Electorales que claramente viola el principio de proporcionalidad establecido en la Constitución Nacional y sobredimensiona una victoria pírrica para convertirla en una “contundente” victoria. Ese resultado es al que hoy se aferran, una mezcla maravillosa de miserable deseo de poder con dominio institucional.
Así, las y los diputados de esta legislatura abandonan aquella idea del Parlamentarismo Social de Calle. Abandonan también la posibilidad de hacer una revolución porque desconfían de la voluntad popular para revocar a sus propios legisladores y legisladoras. Le quitan potestad al poder popular para dársela a su cogollo disciplinario.
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