jueves, 9 de septiembre de 2010

El Buen Vivir de la Cédula del Buen Vivir

Hace unos días, el Gobierno Nacional anunció la creación de la llamada Cédula del Buen Vivir. Un novedoso mecanismo de consumo para la red de Comercios Socialistas y Abastos Bicentenarios. Por la época de su nacimiento, la Cédula es un claro elemento de campaña electoral. Como era previsible, la oposición venezolana respondió, también en tono de campaña, señalado que el trasfondo de esta tarjeta plástica era una simple Libreta de Racionamiento al estilo cubano.

El gobierno salió al paso de las comparaciones sosteniendo que la Cédula del Buen Vivir era similar a las tarjetas que hace tiempo entregaba Maxi’s, Sears y que ahora otorga Makro. ¿Acaso Venezuela iba a reencauchar un elemento que el propio Raúl Castro Ruz está mandando al baúl de los recuerdos en su país? El Ministro de la Banca Pública, Humberto Ortega Díaz, fue el encargado de mostrar los atributos capitalistas del nuevo plástico al plantear que éste serviría para financiar el turismo y el consumo de línea blanca a precios solidarios. El público objetivo sería los trabajadores con cuentas nómina de la red de bancos del Estado: funcionarios públicos, pues. Estos recibirían la tarjeta, cuyos consumos y préstamos serían cargados directamente a su salario.


El Presidente de la República se esforzó por hacer la relación entre el nombre de la tarjeta y la perspectiva indígena de Buen Vivir. Chávez, al mostrar algunos modelos posibles para la cédula, se limitó a decir que “los indios” hablan del vivir bien.

En efecto, la propuesta indígena de sumak kawsay es una perspectiva de vida, una proposición política que se distancia del progreso moderno y el desarrollo lineal. Ésta ha impregnado las discusiones constituyentes en Ecuador y Bolivia, enarbolando las banderas de la plurinacionalidad y defendiendo nuevas formas de buscar el bienestar, en armonía entre todos los seres vivos. De esta manera, se le ha dado rango constitucional a los Derechos de la Madre Tierra en Ecuador y, en ambos países, se debate el cómo y para qué de la explotación de hidrocarburos, se cuestiona el consumo superfluo y la ideología de la abundancia.

Nada de eso está planteado en Venezuela. El uso de Buen Vivir para la tarjeta de usuarios y usuarias de la red de Comercios Socialistas es una apropiación discursiva que nada tiene que ver con el sumak kawsay.

La propuesta es estimular el consumo, incluyendo la compra de electrodomésticos (como los nada ecológicos aires acondicionados), con el propósito de fomentar el crecimiento económico que saque a Venezuela de la recesión. Y, por retruque, la Cédula del Buen Vivir deberá ayudar a los candidatos del PSUV en su carrera pa’ la Asamblea Nacional.


La Cédula del Buen Vivir guarda más parecidos con la “tarjeta mi negra” que con la cosmovisión indígena andina. La “tarjeta mi negra” fue, a su vez, el refrito del cesta ticket petrolero que se inventó el ex-ministro neoliberal de Cordiplan, Teodoro Petkoff, en su última pre-campaña presidencial y fue posteriormente asumido por Manuel Rosales como su principal oferta de política social. La apropiación de la idea de Petkoff por parte del Gobierno Bolivariano, con todo y sus considerables variaciones, es posiblemente uno de los más importantes logros de la oposición venezolana en los últimos años.

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