viernes, 3 de septiembre de 2010

La fascinante búsqueda de la verdad

Con la muerte de Franklin Brito han surgido apasionados discursos en favor de la “libertad” y la lucha contra las arbitrariedades del gobierno venezolano, y otros, en defensa de la “verdad”. Mi atención se dirige a los segundos.

La plataforma mediática del gobierno ha salido al paso de las informaciones privadas con un recuento pormenorizado de los hechos ocurridos entre Brito y el gobierno. Según este recuento, no hubo expropiación alguna, ni invasión de predios, y además, el gobierno bolivariano atendió en diciembre de 2009 “por razones humanitarias” a la petición de Brito de revocar las cartas agrarias de sus vecinos.

El primer punto que resalta es que fue con la muerte del mencionado ciudadano cuando el gobierno ha desplegado estas informaciones, asunto que genera, al menos, ciertas dudas sobre el interés del gobierno para dar a entender su defensa de los derechos humanos de Brito y otros ciudadanos y ciudadanas venezolanas. Porque hasta ahora, el tema había sido tratado como la lucha entre el pueblo y un terrateniente escuálido más. A su vez, podríamos estar frente al silencio de la “canalla mediática” que bloqueó las explicaciones gubernamentales, demostrando una evidente incapacidad de los medios públicos, comunitarios, alternativos y privados que sirven de batallón mediático para el gobierno (y son la mayoría).

Si aceptáramos como ciertas las explicaciones de las instituciones del Estado, cosa probable, quedan algunos vacíos argumentativos, particularmente sobre el asunto de la retención de Brito en el Hospital Militar. Se plantea que las autoridades del Estado se vieron obligadas a trasladar forzosamente a este ciudadano de las inmediaciones de la OEA, donde realizaba un “chow” mediático, con el propósito de "proteger" su propia vida. Esto debido a que Brito no contaba con plenas facultades mentales. Así, se le apresó al loco.

Pensemos un momento. Si, aquejado por un ataque de bipolaridad severo, decidiera pegarme un tiro en la frente y fracaso en mi intento, ¿acaso sería rutinario que se me apresara para defender mi propia vida y se le prohibiera a mi familia decidir quiénes y dónde me deberían cuidar? Indudablemente que no. ¿Cambiara en algo el asunto si disparase y al unísono gritara "Chávez dictador" frente a unas cuantas cámaras de T.V.?

El gobierno estaba más preocupado por el chow mediático que por la salud mental o física de Brito. En Venezuela las personas con una frágil salud mental deben enfrentar serios problemas de socialización y otras de índole material, pero en general, sus derechos han de ser protegidos. Algunos llegan a tener una vida “normal” e incluso ocupan altos cargos administrativos como direcciones generales y ministerios o aspiran a puestos de elección popular como a la Asamblea Nacional, cuestión absolutamente respetable.

En este caso, recuerdo las célebres frases de Isaías Rodríguez el 12 de abril cuando en una rueda de prensa se preguntó, si acaso el Presidente había renunciado, ¿por qué estaba preso? ¿de qué cargos se le acusaba? ¿por el crimen de haber renunciado? Brito parece haber cometido el crimen de estar loco.

Ahora, tiempo más tarde, el Ministerio Público inicia una investigación a la familia de Brito por la presunta incitación al suicidio. La justicia venezolana ha llegado a unos niveles de sofisticación tales que no solo resuelve en tiempo récord los homicidios, sino que además intenta sentenciar a aquellos que incitan al suicidio. Esta medida no tiene matiz político alguno, resulta completamente normal que las y los venezolanos seamos defendidos incluso después de la muerte, a causa de la verdad.


Lucas

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